domingo, 6 de julio de 2008

Lecturas

No puedo parar de leer. Es como si hubiera un vacío que sólo pudiera llenar la lectura. O más bien, como si lo único dispuesto a llenar el vacío fuera la lectura. Leí infinidad de libros desde que empezó el año. Sería un buen ejercicio, tal vez, intentar esbozar la lista. De momento, desde que terminé Letters to Montgomery Clift, ya leí Ignatius Rising, The Life Of John Kennedy Toole, Cae la noche tropical, Sangre de amor correspondido y actualmente ando con Un destino melodramático (todos de Puig, se me ocurrió que tal vez es un buen momento para completar sus lecturas, ando con un espíritu muy Manolo en estos días).
Andar con un espíritu muy Manolo es andar con "pájaros en la cabeza", pero también con una angustia en el alma y un ardor en el cuerpo y un peso indelegable sobre los hombres y ese melodrama que chupa la sangre y da fuerza y derrota todo al mismo tiempo.
Lo que no sé, por el momento, es cómo dejar atrás este espíritu.

sábado, 21 de junio de 2008

Letters to Montgomery Clift: Sense of Belonging


I looked into the mirror and I wasn't who I was. I was just a guy trying on clothes with his family. Mrs. A was behind me; Amada, like a sister, nodded approvingly, partly distracted by clothes some distance away. In this Mirror World, I was normal, like everyone else. I worried about the pimples on my forehead; I wanted to learn how to drive; I wanted to go on a date. A Sense Of Belonging belonged to me. A spell was cast in Glendale.

* Letters to Montgomery Clift, Noël Alumit, p. 70.

Letters to Montgomery Clift I: BABY OH BABY


I bought a book. It cost over ten dollars, which was a lot of money for a kid. I bought it because it was about Monty. His face was on the cover. BABY OH BABY. I kept The Films of Montgomery Clift under my pillow when I slept. I kept it in my backpack when I went to school, walking with Robert close by.
BABY OH BABY, I thought, when I thought of Mr. Clift.
"Bong, please get me some Scotch tape", Mr. Lopez said. But he had to say it three times before I heard him.
BABY OH BABY, I thought when I kissed the book, a yellow book with Monty's exquisite face on top. Monty dressed in a suit, his warm eyes staring straight at me. Two creases were on his forehead and his hair was combed back, a sheen atop his head. Even though paper was what I felt on my lips, I kissed the book anyway.
"Bong! Get out of that bathroom! Ay, sose, it doesn't take that long to do what you gotta do!" Auntie Yuna screamed. I put The Films of Montgomery Clift in my backpack and walked out like nothing happened.
BABY OH BABY, I thought when I pressed myself against my pillow, imagining him.
BABY OH BABY, I whispered in the dark, alone.
I held myself. I didn't know what I was doing, but it felt good. Up and down.
I pressed against my pillow.
I held myself between my fingers. Tightly. Up and down.
I felt a grinding, an unscrewing. A knot being untied. It began down there. Starting from that loose patch of skin between my legs. I shook. And shook. And shook. And shook.
My white Fruit of the Loom underwear was no longer white. More gray. From the wetness that came from me. I threw my underwear away so no one could ever know what I did. What we did.
Mr. Clift. Montgomery. Montgomery Clift.
I discovered what BABY OH BABY really ment.

* Letters to Montgomery Clift, Noël Alumit, p. 23.

Letters to Montgomery Clift


Lo leí en dos días.

No podía parar.

Me tocaron el timbre cuando me faltaba una página.

Sacrilegio.

¿Cuántas cosas mías hay en Bong Bong?

De un tiempo a esta parte encuentro cosas mías en todos lados.

No recuerdo bien cómo me identificaba antes con los productos culturales (qué feo nombre le puse a las cosas que amo... en fin...).

Si alguien lee esto, y sabe inglés, y tiene tarjeta de crédito (o puede recurrir a una prestada -una vez más las gracias a Juan, Alejandro y Amazon): TIENE QUE LEER ESTE LIBRO.

domingo, 15 de junio de 2008

Ordinary People


Cuando era chica veía películas de grandes. Con mi mamá. Me encantaban. A los 6 tenía tres ídolos claros: Andrew McCarthy, Rob Lowe y Timothy Hutton. Entre todas las pelis que se marcaron a fuego en esos años de infancia está Gente como uno (Ordinary People).
La volví a ver infinidad de veces a lo largo de los años. Y la ví otra vez ayer.
Algún tornillo debía tener torcido desde chiquita, para engancharme con estas historias tan tristes, tan pesadas. Mi otra película favorita de Timothy Hutton era, justamente, el límite de lo angustiante: Un largo camino a casa (tenía 8 años cuando la ví por primera vez. Cuando terminó me encerré en el baño a llorar. No aguantaba más).
No puedo establecer ahora cómo me relacionaba con estas historias cuando pequeña. Sí sé cómo me relacioné ayer con Ordinary People. Estaba en la pantalla, era Timothy Hutton (ojeras incluidas) y quería que las sesiones con el psicólogo me funcionaran de la misma manera.
No puedo explicar cuánto me dolió y cómo amé Ordinary People ayer.
Cuando están en el Mc, Jeannine le pregunta a Conrad por su intento de suicidio. Qué sintió, qué lo llevó a intentarlo. Su respuesta se ancla. Y lo dice todo.
"I don’t know. It was like falling into a hole. It was like falling into a hole, and it keeps getting bigger and bigger and you can’t get out. And then, all of a sudden, it’s inside, and you are the hole and you’re trapped and it’s all over. Something like that."
Something like that.

domingo, 8 de junio de 2008

Teatro: Los Sensuales


La octava maravilla

Un padre espera. Sufre. Muere. A mazazos. En la cabeza. Asestados de algún modo por sus cinco hijos, que no saben (o tal vez no quieren saber) que son hermanos. Alejandro Tantanian y el más maravilloso grupo de actores que se podría juntar sobre un escenario hacen de esta escena de apertura la más determinante, potente, poética y multigenérica del teatro contemporáneo. La expresividad corporal y gestual de un fantasmagórico Ciro Zorzoli (en el papel de Teodoro Tigrov, el padre asesinado) es lo primero que se muestra al público. La atención (y la tensión) se activa entonces en el espectador, para no desactivarse hasta mucho tiempo después de abandonada la sala. Una música intrigante, de una potencia inaudita, comenzará a sonar, y sus cinco hijos surgirán desde el fondo de la escena, manejados por una fuerza irrefrenable, cual marionetas, en una magníficamente orquestada coreografía que, sensuales y violentos, con los ojos fuera de sus órbitas y la sangre hirviendo en sus cuerpos, los acercará, paso a paso, a la concreción del acto horrible que desatará la tragedia: el parricidio. Y el espectador ya no podrá escaparse: ha sido atrapado en las garras de los sensuales. Ya sabe (o cree saber) lo que le espera: música, coreografías, canciones, y una magnánima tragedia. No sospecha aún que estos elementos en mano de los nueve actores que dominan la escena pueden crear un coctail imprevisible que tal vez, si se fuera precavido y miedoso, debería ser bebido con moderación. Pero si algo no hay en esta puesta, es moderación; y el público lo sabe, lo festeja, y se entrega, con los ojos bien abiertos, a la desmesura de la pasión, la sensualidad y un teatro cien por ciento sanguíneo.

Tras esta muerte inicial, Odette Malheur (amante de Tigrov, hermana gemela de su ex esposa, ya muerta), lanza una maldición: los hijos de Teodoro pagarán por su muerte. Una nube tóxica se impone entonces sobre estas tres familias que, en el fondo, son una sola. Por un lado, los Malheur, quienes creen tener el poder en un principio. Y por otro, los Tigrov y los Richardson, hijos del muerto. La desaparición del padre conlleva una muerte de la ley, una subversión de los valores. En este caso, la maldición de Odette se expresa en un ardor en la sangre de los hijos, que parece llevarlos a querer unirse, mezclarse, fusionarse con su propia sangre. Amores entrecruzados entre parientes: correspondidos, cambiantes, no correspondidos. Pasiones incontenibles que brotan de los cuerpos, de las bocas, de las almas. Vidas vividas en un segundo. Un descontrol que sólo podría acabar en la tragedia.



La génesis de Los sensuales fue tan abierta que permitía arribar a cualquier resultado: Alejandro Tantanian se propuso en un principio trabajar con estos nueve actores y tomando a Los hermanos Karamazov, de Fedor Dostoievski, como punto de partida. Nada más estaba dicho y, de esta indeterminación inicial, propicia para las más variadas aventuras, se fue gestando la obra, que en algún momento iba a ser una revista y acabó convirtiéndose en un melodrama. Puede que haya habido mucho de juego en este proceso de gestación colectivo, porque lo lúdico se impone en el escenario. El trabajo de Pablo Rotemberg en las coreografías (sobre todo en el espléndido número que comparte con Diego Velázquez) da cuenta de esto. Y cuando las palabras ya no pueden decir lo que quiere expresarse, se abren paso las canciones, originales e interpretadas en vivo, como última vía por la que se desborda la presión sanguínea, pasional y sensual de cada uno de los personajes.

El vestuario dice también algo de ellos: nos habla de sus realidades, de sus sueños, de lo que son, del lugar en el que se plantan en la vida (una Odette Malheur de pasos pesados, duros y severos, dados con unas rústicas plataformas; un Damien Richardson contenido, introvertido y nervioso, prolijo y acotado en unos límpidos tonos pasteles; un William Richarson joven y vivaz alrededor del cual se van a desatar las más profundas y violentas pasiones, que desencadenarán en la tragedia, envuelto en un llamativo azul eléctrico). Una iluminación sutil colabora en la creación de un ambiente tan poco realista como poético y una escenografía mínima y sencilla permite que un mismo espacio se transforme en infinitos ambientes. El minimalismo propuesto desde estos dos rubros es una elección acertadísima para compensar los desbordes actorales, coreográficos y musicales de la escena.



Los actores se destacan (todos) en sus interpretaciones. Diego Velázquez es mágico como el enamoradizo Mijail Tigrov, un niño inocente siempre al borde del llanto con la sangre alborotada y el corazón cambiante. Pablo Rotemberg deslumbra una vez más con sus dotes como bailarín y pianista. Nahuel Pérez Biscayart, al mismo tiempo fuerte y vulnerable, es un perfecto objeto de deseo en torno al cual se enredan las más diversas pasiones. Javier Lorenzo se destaca como el sensual más sufriente, con la pasión más contenida. Mirta Bogdasarian estalla de amor en escena. Ciro Zorzoli deslumbra como aparición de ultratumba y Stella Galazzi, Gaby Ferrero y Luciano Suardi conforman una tríada de maléficos hermanos a los que nada les sale como lo habían planeado.

Con estos nueve actores, claro, nada podría salir mal. Con esta dramaturgia, tampoco. En un espacio tan sensual y acogedor como la sala Los Mansos, del Camarín de las Musas, menos.
Y así sucede, al fin. En Los sensuales, nada sale mal. Todo es perfecto, como un ensueño. Al espectador sólo le queda entregarse, abrirse, dejarse llevar por un espectáculo que le hará recordar que esto, justamente algo como esto, es lo que hace del teatro la octava maravilla del mundo.

Anabella Castro Avelleyra

Ficha técnico artística
Melodrama de Alejandro Tantanian
Elenco: Ciro Zorzoli, Mirta Bogdasarian, Diego Velásquez, Pablo Rotemberg, Javier Lorenzo, Nahuel Pérez Biscayart, Stella Galazzi, Gaby Ferrero, Luciano Suardi
Fotografías: Ernesto Donegana
Comunicación integral / Gráfica: Go Up! Group
Prensa: Duche & Zárate
Asistencia de dirección: Mariano Stolkiner
Meritorio de escenografía y vestuario: Cecilia Stanovnik
Asistencia de coreografía: Silvina Duna
Entrenamiento vocal: Sebastián Holz
Asistencia general: Martín Tufró
Producción ejecutiva: Romina Chepe
Colaboración autoral: Nicolás Schuff & Martín Tufró
Musicalización: Pablo Rotemberg, Alejandro Tantanian & Diego Velázquez
Letras de las canciones: Alejandro Tantanian
Letra de la canción de Teodoro Tigrov: Martín Tufró
Música de las canciones: Diego Penelas
Coreografía: Pablo Rotemberg
Luces: Jorge Pastorino
Escenografía y vestuario: Oria Puppo
Dirección: Alejandro Tantanian

Teatro: La asfixia

La asfixia (una vulgaridad que pretende ser naturalista)
De Andrés Binetti.
Dirección: Andres Binetti, Paula Andrea López
Actúan: Gisela Corsello, Meri Hernández, Luciana Meneses Portal, Luz Pescouvich, Alberto Santamaría, Matías Tímpani.
Funciones: Viernes 22:30 hs., en Templum, Ayacucho 318.
Teléfono: 4953-1513.
Entradas: $ 15 y $ 12.





Un dolor asfixiante


La habitación en la que tiene lugar la fiesta asfixia. Por eso, tal vez, los personajes se ausentan de ella cada tanto, en busca de un respiro. Pero vuelven a escena con los pulmones llenos del mismo aire viciado, sofocados por el vacío, la soledad, la angustia y lo tragicómicamente patético de las relaciones truncas. Imposible es para ellos escapar de aquello que los ahoga.
En La asfixia, Andrés Binetti y Paula Andrea López se alejan del espacio del campo, que supieron conquistar y hacer suyo en obras como Llanto de perro y La piojera, para meterse de lleno en la metrópolis posmoderna que, con otro vestuario, otros muebles y otros peinados, no hace más que repetir las problemáticas de tierra adentro: la tristeza y la ansiedad provocadas por unas relaciones que –no hay caso- no funcionan. Lo universal se actualiza en un nuevo ámbito: el asfalto le gana lugar al pasto y el fast food a la cantina, pero la esencia del dolor es la misma.
Esta vez, un grupo de amigos –y no tanto- se reúne en el living de una casa con motivo de una fiesta –que termina siendo muy poco festiva. Ahí cada uno, solo o en pareja –lo que parece ser una variante de la soledad, tal vez la más triste e irremediable-, dará a conocer sus pesares en monólogos que, a pesar de su dureza, se tiñen de comedia y logran arrancar más de una carcajada.
Porque la dramaturgia de Binetti consigue una vez más jugar con el absurdo, con el humor como herramienta para contar la más profunda miseria humana, como arma para que la identificación generada en el espectador resulte tolerable.
Aparece en escena una galería de personajes rotos pero en apariencia normales, que podrían haber salido tanto de un hospital psiquiátrico como del living de la casa de cualquiera de nosotros. Un pedófilo, un perdedor, una loca de remate, una virgen sexy y una empleada de una cadena de fast food siempre en busca de fiesta son sólo algunos de ellos.
Lo sexual funciona como pivote sobre el que gira la conversación que pone de manifiesto el peso que los asfixia. Triángulos, rectángulos, círculos viciosos que los unen y separan. La intimidad expuesta como un juego de mentiras –muchas veces aceptadas.
La obra avanzó mucho desde su presentación como work in progress en el Centro Cultural Ricardo Rojas en agosto del año pasado. Ahora se la ve más completa, más “redonda”, más orgánica, como si los personajes se hubieran encontrado a sí mismos y, en ese encontrarse, hubieran encontrado también el camino para llevar la obra a buen puerto.
Las actuaciones son sinceras y parejas. Cada quien juega su juego con certeza, convirtiéndose en una pieza que encaja a la perfección con las otras, logrando que la maquinaria funcione aceitadamente.
Como ya lo había hecho –y sigue haciendo- en Heise, Binetti aprovecha todas las posibilidades que le brinda la sala. Puertas y pasillos son incorporados en la escena, creando también un espacio off donde la acción sigue desarrollándose, fuera de la vista pero al alcance de los oídos del público.
La asfixia oprime el pecho, hace derramar lágrimas, produce carcajadas, hace perder la razón, confunde, cuestiona, explica, aclara. La asfixia es tan irremediable como necesaria. Y si, como sugiere el título, la asfixia es una vulgaridad que pretende ser naturalista, atrevámonos a ser vulgares. Y atrevámonos también a mirar nuestra vulgaridad reflejada en escena.


Anabella Castro Avelleyra



*Publicado en Crítica Teatral: http://criticateatral.com.ar/index.php?ver=ver_critica.php&ids=1&idn=1192

martes, 20 de mayo de 2008

Todo concluye al fin...


El domingo fue la última función de Los padres terribles.

Y allí estuvimos con Caro.

Era su primera vez y mi cuarta.

Sublime.


Pensar que parece que hubiera sido ayer el estreno.

En ese momento, escribí esto:

LOS SENSUALES (sin querer me he vuelto a enamorar)


Fui al estreno, el viernes, of course.

Estuve boquiabierta toda la función.

No pude modular una frase coherente hasta el día siguiente (pobre Caro que me soportó toda la noche).

Me enamoré.

La obra es perfecta.

Es amor, es pasión, es música, es alas, es aire y tierra, es magia, es poesía, es miradas, es suspiros, es gritos, es furor... es una experiencia que quiero vivir una y mil veces.

Quiero volver a salir del Camarín boquiabierta y sin poder conjugar oraciones, a los tumbos, agarrándome de las paredes.

Quiero sentir una vez más a Los sensuales.

Y otra.

Y otra...


PD: Sale entrevista a Tantanian en la Hecho en Buenos Aires de junio. Y se viene el comentario de la obra. Y maybe una interviú más. Sorpresa, sorpresa.

Esas cosas que llamo periodismo...


El feriado del 2 de abril me quedé en casa, todavía no sé bien porqué. Seguro tenía un montón de cosas que hacer. Siempre tengo un montón de cosas que hacer, es como un karma. Y me puse a actualizar el curriculum y a pensar adónde podía mandarlo. Opté por cuatro lugares y hacia allí partió, con un puñado de notas ya publicadas para mostrarle a esta gente de qué viene mi cosa (?).
Recibí dos respuestas positivas. De un lugar me pidieron un sumario y con el otro pactamos una reunión.
Resultado: Hecho en Buenos Aires optó por una entrevista a Paula Hernández que, al parecer, les gustó lo suficiente como para enviarme a entrevistar, en el lapso de una semana, a Árbol y Sebastián Wainraich y Gabriel Schultz. Esta última entrevista fue la peor experiencia de mi ¿carrera profesional?. Anyway, guardamos a Árbol para más luego y en el número de este mes se puede leer la entrevista a Paula y ser testigo de mi desagradable experiencia (que bien supe camuflar) en el estudio de TVR.
El otro lugar es Crítica Teatral, y se supone que en un par de días suben mi comentario de "La asfixia".
Mientras tanto, yo sigo cuestionándome qué hacer, qué está bien, qué está mal, qué quiero, qué no quiero, cómo lo quiero, con qué me quedo. Todo lo que hago desde los 12 apunta a esto, y no sé muy bien dónde estoy yendo. Tampoco sé cómo llegar, pero el primer paso me parece que es saber adónde. Una vez que consiga saber eso, será cuestión de ir abriendo camino. A machetazos.
Me pueden ir leyendo igual.
Cada vez que me quejo por algo me acuerdo del texto autobiográfico de Walsh y lo del chiste idiota de Rilke, "Si usted piensa que puede vivir sin escribir, no debe escribir".
Yo no puedo.
Así que me la banco y sigo.
No sé muy bien hacia dónde.

Lucho is alive!

Original del número 3 de la recordada publicación "Peligro". ¡Cuántos recuerdos!


Allá por 1999 mi vida era casi perfecta. Bellos años donde no tenía ningún problema. La facu era el centro alrededor del cual orbitaba el resto. Y había mucho resto. En enero conocí England, oh my god. Y durante todo el año me dediqué a ver bandas a más no poder. Todo comenzó con Turf y Juana la Loca, y se fue extendiendo: El otro yo, Deluxe, Pasaporte Lunar, Eléctrico Caramelo. Y ellos. Esa banda cuyo sonido me gustaba más más más más más que el de todas. Con ese bajista que estaba más bueno que comer con las manos. Con ese cover del "I love you baby" y los trajes en tono pastel. Con los playmobyl de la tapa del disco. Con ese himno que impulsaba al jugar por jugar. Con Tom y Jerry y los rastis. En fin... ¡cómo me gustaba Auge! Los entrevisté, of course, en mi primer emprendimiento periodístico luego de las cosas del secundario y el periódico local, esa cosa divertidísima que dimos en llamar "Peligro". Y los puse en tapa, obvio, porque eso es lo mejor de ser tu propio jefe: hacés de lleno lo que se te cante el culo. Y a mí se me cantaba que Auge tenía que ser tapa y que las 500 personas que dieran con un ejemplar de "Peligro" los conocieran y los amaran tanto como yo.
Todo esto para decir que hemos descubierto que Lucho is live and kicking!!! Y lo vimos en vivo el 3 de mayo en Libario. Y sigue teniendo la voz más maravillosa del país. Y hasta hace un cover de "My way"!!!!! (por no decir que tiene un tema donde nombra a Richard Ashcroft y los hermanos Gallagher. Batty justo se había ido al baño y era yo la que me hacía pis en la mesa).

Escucheeeeeen!!!!!!!: http://www.myspace.com/luchocervi

Tom Wolfe en el Malba


El primer fin de semana de mayo fue el "fin de semana Tom Wolfe". Corre que te corre de aquí para allá (porque además fui al teatro y a ver tocar a Luuuchooo). En el Malba, el Sr. del traje blanco (que, mentira, no es blanco, es cremita) se ubicó y habló de lo que nos atañe: el nuevo periodismo. Lástima que las preguntas de los presentes hacían pensar que nadie había leido el libro de ese nombre y que, tal vez, no tuvieran ni idea de quién era el tipo que estaba hablando.
Gustó mucho más.
Salí mucho más feliz.
No quiero dejar de escribir nunca.
Quiero aprender a escribir, aunque eso no se enseñe ni se aprenda.
Quiero entrevistar, entrevistar, entrevistar.
Quiero observar, observar, observar.
Quiero estar, estar, estar.
Quiero escribir, escribir, escribir.
Quisiera también tener un poco más de memoria, maldito Capote, sin mi grabador no soy nada.
PD: Estoy enamorada de mi grabador.
PD 2: ¡Ah! La foto salió mucho mejor, ¿vieron? A veces también quiero sacar fotos, yo soy así (?)

Tom Wolfe en la Feria del Libro


Créase o no, esa imagen borrosa que ud. ve en la pantalla es nada más y nada menos que Tom Wolfe, en la Feria del Libro. Una vez más la mala pasada de una pésima iluminación y mi atroz falta de pulso. De todos modos, vale como souvenir. Yo estuve ahí y, lamentablemente, Wolfe centró su charla en exaltar a los Estados Unidos en lugar de hablar de lo que sabe (y lo que a mí me interesa): el nuevo periodismo.
Me pone del orto cuando admiro a gente que es muy talentosa en lo que hace pero no coincido en absoluto con su posición política.
A pesar de ello, y de que salí de la sala muy indignada, todavía no puedo creer que estuve escuchando en vivo y en directo a Wolfe, uno de mis pocos escritores-periodistas vivos (es más, periodista el único), algo que jamás hubiera sospechado que iba a suceder.
No lo paré por ningún pasillo para gritarle que El nuevo periodismo es mi biblia, eh (aviso porque seguro alguien imagina que es el tipo de cosa que yo haría).

Vorágine

Estoy en un quilombo de laburos (adhonorem o casi todos ellos, obviamente) y actividades, que no me dejan tiempo para nada. Por eso hoy que estoy enferma, casi en cama, voy a aprovechar para tirar unas puntas por acá. Nada muy desarrollado, tan sólo un par de recordatorios para rememorarme esos pequeños hitos que, de vez en cuando, me hacen... ¿cómo es que se dice?... ah!... feliz.

viernes, 21 de marzo de 2008

Monty Got A Raw Deal - R.E.M.



Acado de terminar el libro. So freakin' sad.

"He was unwilling or unable to talk about anything that was bothering him", the doctor said, "but he was suffering terribly. He seemed absolutely dazed with misery".
(Montgomery Clift, a biography, Patricia Bosworth)

De fondo: "It's a sad world after all", Elvis Perkins.
Cuánto nos parecemos. Los dos. Los tres. Cuánto nos une la tristeza.

miércoles, 12 de marzo de 2008

viernes, 7 de marzo de 2008

Dirty Dancing

Hablando de frases sublimes del cine: una de las más inolvidables se da en Dirty Dancing cuando Johnny Castle vuelve, entra a la fiesta, se para frente a la mesa y dice "Nobody puts Baby in the corner"; tiende la mano y se la lleva al escenario donde sucede esto... una de las cosas más maravillosas que el séptimo arte me ha dado (a mí y a los que cuando yo era chiquita trabajaban en la producción de Feliz domingo para la juventud).

sábado, 1 de marzo de 2008

EL LIBRO DEL TONY!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!

Finalmente...

5 años después...

tengo el libro del Tony!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!

AAAAAAAAAAAAAAAAAHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHH!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!



Sí, lo que se ve de fondo es un poster-collage del Tony que armé allá por el 2003 y está al lado de mi almohadita. Sí, estoy enferma. Gracias Alejandro y Juan por hacer mis sueños realidad (?)

martes, 26 de febrero de 2008

Todas las veces

¿Podrá ser, che, que uno se equivoque todas las veces?

domingo, 17 de febrero de 2008

"Hoy en el tren un hombre decía: '-Sufro mucho. Quisiera acostarme a dormir y despertarme dentro de un año'. Hablaba por él, pero también por mí".
Rodolfo Walsh.

lunes, 11 de febrero de 2008

Chicas superpoderosas

Mi primer chica superpoderosa.
Gracias a ella conocí a Ethan Hawke, mi chico superaaaaaaahhhhhhhh!!!!
Mensaje para el que se le ocurra hacer un comentario perro: "sé dónde vivís".

sábado, 9 de febrero de 2008

"Mrs. Robinson... you're trying to seduce me"


Supongo que, aunque puedan sospecharlo muy íntimamente, los directores nunca saben cuándo están registrando una escena que va a hacer historia. No sé cuánto podía sospechar Mike Nichols cuando, en 1967, rodó esta.
“Mrs. Robinson… you’re trying to seduce me”.


Después llegarían Los Simpsons, la mamá de Stifler, e incluso una producción en Broadway con Kathleen Turner, Jason Biggs y Alicia Silverstone.


Recién ví esta película más o menos por el 2002. Y morí por la música. Desde entonces me encantan Simon & Garfunkel, como al 0, 00001 % de la gente de mi edad. Son fantásticos. El vinilo de la banda de sonido de esta peli lo conseguí hace un par de años en Parque Rivadavia a 7 pesitos.



Parece que Nichols estaba tan obsesionado con ellos como yo, y así logro que Simon le escribiera el “cu-cu-cu-chu” para la peli.


En fin, El graduado es como un combo de talento: Simon & Garfunkel, Dustin Hoffman, Anne Bancroft. Watch, watch, watch!

jueves, 7 de febrero de 2008

El reencuentro

El fin de semana pasado finalmente se produjo el reencuentro en conjunto (con varias bajas, pero qué se le va a hacer) con la gente de teatro. Comimos pizza y helado, atravesamos el corso, quisimos jugar al pool pero terminamos jugando a los dardos y culminamos todo temprano ante el profundo sueño de los participantes que, en serio, hacen que yo, una persona por definición aburrida, parezca el alma de la fiesta. A pesar de que sean como De la Rúa (e, incluso, a pesar de que alguno de uds. lo haya votado - no voy a apuntar el dedito acusador hacia ningún Fede, sépanlo) yo los quiero profundamente.
Aquí el registro fotográfico de la velada.

Tras la pizza. Frente a un Saccoa o como se llamase. Los chicos (viejos) intentando dilucidar cómo se divertían (y vestían) los chicos (infantes). Un choque generacional.


Intentamos jugar al pool, pero como todas las mesas estaban ocupadas terminamos jugando a los dardos. Como eran para cuatro participantes y nosotros éramos cinco, Julia y yo jugamos juntas. Los vencimos, una vez más. Para que quede clara la superioridad del género.

Andrés (augustiado por perder, una vez más) atina al blanco.

Julia se concentra.

Gastón hace lo propio, con alegría, mientras Andrés intenta copiar su técnica desde la oscuridad.

Lo que no entendemos es porqué Fede da tan gay con un dardo en la mano.

Miren ese movimiento de muñeca.

Con el correr de la noche, poco a poco, va aceptando no sólo su condición sexual sino también su inocultable atracción hacia Andrés (que se sonroja un poco pero parece que en el fondo le gusta).

Y después de unas copas... la imagen habla por sí sola...

Esta es mi imagen "después de unas copas". Que en realidad no fueron ni tantas. Es tan sólo mi cara que no tiene arreglo. Se la mostraba ahora a Batty y le decía que parezco César Banana Pueyrredón. Conociéndote coooonoooociiiiieeeendoooooteeeee...

Aunque parezca increíble... esa decoración estaba pegada en el techo.

Y Fede y Julia la miraban entre sorprendidos e incrédulos.

Acá tengo cara-de-loca-que-pispea-la-mesa-de-al-lado-donde-se-tomaban-la-cerveza-más-grande-del-planeta-y-no-convidaban. Mientras, Andrés explica algo.

La idea era que yo dirigía a Fede y Julia para conseguir una toma de ellos en la que parecieran novios. La conclusión fue que mis dotes para la dirección son abrumadores, pero que Fede no sabe acatar una directiva. Así que esto es lo más verosímil que pude conseguir.

Aunque este gesto sobreactuado es mi favorito.

Y esta es la foto de todos juntos. Salgo aún peor que de costumbre porque le estoy gritando entredientes algo a la mina que quería sacar la foto y no podía. Definitivamente, no estoy atravesando mi mejor momento.

Paranoid Hypochondriac

Me siento Woody Allen. Aunque en realidad esto es hereditario, y entonces me siento mi viejo. Tengo una semana llena de ecografías y médicos: gastroenteróloga, ginecóloga, endocrinóloga, dermatóloga (me falta, final y claramente, agregar una psicóloga). Muero de miedo en cada consulta. Me aterrorizan cada uno de mis "omas": angioma, fibroadenoma. El ecógrafo ve en pánico en mi rostro e intenta tranquilizarme explicándome que todo es normal, que no hay de qué preocuparse, que lo más probable es que todo esto continúe exactamente igual y sin generar problemas por el resto de mi vida (que, en medio de este discurso, le falta augurar que será larga). Me tranquilizo un poco, compro una Carlsberg, champignones a la provenzal, queso, aceitunas. Los ingiero mientras me río viendo al Nahue en la tele (mientras no tengo más que asumir que, a pesar de todo, Hendler me sigue causando gracia). Intento tranquilizarme. Por esta y tantas cosas de la vida.

Límite hipocondríaco: la semana pasada tenía una puntada en el pecho. Al tercer día que la puntada se repite (ese último día duró como 10 minutos de corrido) voy a la guardia. Me atiende una doctora que me manda a hacer una placa y me avisa que cuando vuelva ella ya no va a estar porque va a haber cambio de guardia, por lo cual va a seguir atendiéndome otro médico. Me hacen la placa de torax, me la dan y vuelvo a la guardia. Los médicos que estaban ya se fueron y los reemplazos aún no llegaron. ¿Qué hacer? Saco la placa para echarle un vistazo. Veo dos manchas negras en... ¿el pulmón?. Cara-pálida. El médico que no llega. Media hora en la que se cruzan por mi cabeza las más tétricas hipótesis. Qué-va-a-pasar, qué-voy-a-hacer-ahora-o-nunca, cómo-será-mi-final. El tipo viene por el pasillo, entra al consultorio y yo salto como un resorte. Me-atiende-primera-o-le-bajo-todos-los-dientes debo estar diciendo con mi mirada. Que no es nada, que tome una pastillita, que seguro es del estómago (como, no había aclarado en esta crónica, suponía yo desde un principio). Pone la placa en esas pantallitas que le dan luz y me empieza a explicar cómo cada órgano estaba en perfecto estado. No puedo evitarlo, al fin y al cabo no confío en los médicos y capaz lo estaba pasando por alto, tal vez se había olvidado los lentes y no veía esa-mancha-negra. "Doctor, ¿y qué es eso?". "El corazón". "Es que soy 'un poco' hipocondríaca".

domingo, 3 de febrero de 2008

Negro sobre negro

Estoy releyendo los últimos posts del blog, los del viaje a esta parte, y me doy cuenta que son aterradoramente oscuros. Que si me suicidara mañana cualquiera encontraría aquí razones, y que si muriera por accidente igual alguien encontraría aquí razones para determinar que nada fue tan azaroso. Que tengo que cambiar muchas cosas mías para conmigo y para con los otros. Que el estado en el que me encuentro de unos cuantos meses a esta parte es ya insostenible. Verdaderamente insostenible. Que estoy tan pero tan rota que me resulta imposible juntar los pedazos e intentar pegarlos. Uno no encaja con el otro, algunos se perdieron, no sé dónde guarde la Gotita. Que por momentos tengo la sensación de no poder seguir, no poder seguir más, ni un paso más adelante (atrás, al costado). Que nadie entiende nada. Lo que es estar acá, abajo de esta piel ajada, en este bloque angustiado, nervioso, sufrido, perdido, cortado, golpeado, triste. Estar acá donde las emociones se agolpan, donde estoy sola, donde hay una plena consciencia de lo irrecuperable. Estar acá y querer que estés. Aunque sepa que no vas a volver nunca.

Chicas superpoderosas


Inauguro sección.
Las mujeres a las que me querría parecer (y jamás podría).
Hermosas, talentosas, independientes, inteligentes, únicas.
¿Y con quién más podría inaugurarla sino con ella, mi chica más más más superpoderosa, la mujer más hermosa que jamás haya pisado este mundo?
Una de mis situaciones hipotéticas de cabecera es la siguiente: encarar a un cirujano plástico y decirle "Sr., ¿me hace como Audrey Hepburn?"... ¡quién pudiera!
Yo una vez escribí esto sobre ella: http://alrededoresweb.com.ar/notas/audrey.htm

sábado, 26 de enero de 2008

Crónicas montevideanas 2

El bar cultural que resultó puterío

El segundo día en Montevideo fue melancólico, simpático, tenso, gracioso. Mi primer desayuno fue, como no podía ser de otro modo, en el Café Brasilero, reducto al que concurre una larga lista de escritores entre los que se encuentra, claramente, el Sr. Mario Benedetti. Derechito por Uruguay (la calle del hotel) hasta Ituzaingó, un breve giro a la izquierda, y allí estaba, como en las fotos, tal vez más pequeño. Había leído sobre las disputas por el lugar al lado de la ventana, la mesa de Benedetti, pero eran casi las 11 de la mañana y el bar estaba vacío. El sol que entraba por la ventana y la altísima temperatura de aquel lunes hicieron que repensáramos la ubicación, y nos sentamos en otra mesa, cercana a aquella. Pedí un cortado Brasilero, que resultó ser el café más delicioso que saboreé en mi vida (no me gustan los cafés de bares, se me hacen siempre muy fuertes, pero los de Montevideo son fantásticos). Escrutinio a las paredes. Y nada. Ni una foto de Benedetti. Dos de Galeano, eso sí. Incluso una en el dichoso asiento. Pienso “guau, finalmente estoy acá”. Pienso “qué lindo lugar para hacer entrevistas”. Esto último lo expreso en voz alta y Lucho dictamina que la acústica del bar no parece muy buena. Como si yo estuviera pensando en la acústica. Antes de partir me tomo una foto que intenta emular a la de Benedetti, y que lo consigue en gran medida. Partimos a dar una vuelta por Ciudad Vieja, y en el Mercado del Puerto a Lucho se le rompe una ojota, tras lo cual iniciamos una búsqueda infructuosa por unas nuevas hawaianas. Una disquería me sorprende con el vinilo doble de Simon & Garfunkel live in Central Park (más tarde, por la peatonal, pegaría un grito al ver en un puesto callejero el bendito Bookends. Sólo una vez llegada a B.A., en casa, al ponerlo en el equipo, me daría cuenta que el LP que contenía la caja era el de Sounds of silence. Tanta emoción al pedo). También aprovecho para comprar un Yellow Submarine. En otro negocio compraría finalmente el libro de Whisky (viviendo a Rebella y Stoll en casa esquina). Más tarde Fede nos haría bordear la rambla en un camino interminable hasta la otra punta de Montevideo, bajo un sol que rajaba la tierra. Cada vez que lo llamábamos faltaba un poquitito más. Para cuando llegamos a destino ya no era horario de playa, y aprovechamos para seguir con mi lista de bares. Uno llamado La Giraldita prometía mucho, y no estaba demasiado lejos. Según el libro se trataba de un bar-almacén, y las fotos dictaminaban que era un verdadero bar de viejos con costado cultural. Es más, es el bar que ilustra la tapa de mi didáctico libro sobre bares montevideanos. Nos paramos en la puerta. Se trata, sin dudas, de un bar de borrachos. Entramos. A Analía, la novia de Fede, se le ocurre ir al baño. Claramente no es un lugar para ir al baño. La pregunta por su ubicación hace que el ¿mozo? entre en pánico. Es obvio que lo metimos en un problema. Dice que sólo hay baño de hombres, que mejor no pasar, que va a ver, que es peligroso (yo sola escucho lo del peligro). Vuelve, aún preocupado, y se lleva a Ana tras una puerta que dice “prohibido pasar”. Me levanto como un resorte y digo “mejor la acompaño”, corriendo tras la bendita puerta. El sujeto me dice “no te preocupes que no le voy a hacer nada”, ante lo que balbuceo un “yo también tenía ganas de venir al baño”. Estamos en la trastienda de La Giraldita, algo que parece un departamento, probablemente del dueño. El baño tiene un olor tan indefinible como insufrible, pero hay algo emocionante en conocer el “backstage” del barsucho. Cuando salimos veo en Fede una cara que nunca había visto. El fulano les había contado el porqué del quilombo para ir al baño. Ese era un “bar de hombres”, y por bar de hombres no se refería a bar de borrachos. Parece que quien quisiera podía llevarse a alguien para el fondo. Parece que si nos veían ahí atrás podían llegar a querer hacer usufructo de nuestros servicios. En fin, parece que La Giraldita no sólo era bar-almacén, sino bar-almacén-puterío, algo que mi libro no nos había avisado. Habíamos pedido una picada y una cerveza. Jamás nos habían querido decir cuánto salía. Pensamos que seguro pensaban que éramos flores de turistas. No paraba de repetirles a Fede y a Ana que hablaran bien uruguayos. Estábamos seguros de que iban a cobrarnos cualquier cosa. Fede dijo que más de 175 por eso no pagaba. Y, como si lo hubieran escuchado, cuando pedimos la cuenta eran 175. Se había forjado, sin lugar a dudas, la anécdota del verano (que ahora no supe contar muy bien, pero que claramente superaba a la de la ojota, que era lo mejor que teníamos hasta el momento). El sentimiento de culpa (basta de creer en los libros, mujer!) me hizo invitarlos una cerveza en el bar de la esquina de lo de Fede. No había manera de hacer que el tema de conversación saliera de La Giraldita. Incluso mientras comprábamos una improvisada cena en un súper y esperábamos el bondi que habría de llevarnos de regreso al hotel.



Café Brasilero.

Otro ángulo del Brasilero, cuando llegó un nuevo cliente.

La foto que emula a la de Benedetti. La mesa, la silla, la ventana...

Mi libro de Whisky (se rumorea por ahí que Stoll, Gerardito, Dardo y compañía pidieron órdenes de restricción).

A contraluz. Esa sombra soy yo a mitad de camino por la rambla. ¡Qué estado físico! ¡jou jou jou!

*Llamado a la solidaridad: las fotos de La Giraldita están en la cámara de Lucho.

viernes, 25 de enero de 2008

Idea Idea Idea

Creo que no voy a volver a escribir, no voy a volver a hablar, no voy a volver a tratar de explicar nada. De ahora en más usaré para todo palabras de Idea Vilariño, que es capaz de explicarme mejor que yo misma.
Nunca que había pasado una cosa así. Un grado tan pero tan extremo de identificación, de reflejo, de "por dios, nos pasa LO MISMO!!!".
No puedo ni expresar la sensación que me causa leer (devorar) simultáneamente Idea Vilariño: la vida escrita y Poesía completa. Quiero llorar, de la tristeza y de la incapacidad de asimilar tanta belleza, del dolor profundo que me infringen sus versos, de las heridas abiertas que se abren aún más con cada una de sus palabras y que a la vez encuentran cobijo debajo de ellas. Perder la noción... ¿es ella? ¿soy yo? ¿quién está hablando? Si su dolor es el mío y mi dolor es el suyo no estamos tan solas. Aunque ahora también me duele el doble: no sólo por mí, sino también por ella.
La madre se murió cuando tenía 20 años. El padre cuando tenía 24. El hermano cuando tenía 25. Esto lo acabo de leer y dije "claro...".
Y entendí todo y me sentí de vuelta, una vez más, gracias a ella, menos extraterrestre.
Este blog dejará de llamarse bruises that wont heal y pasará a llamarse Idea Vilariño, que es más o menos lo mismo, esas heridas que no se curarán nunca.

Oye,
te hablo a duras penas,
con la voz destrozada.
Hace frío, estoy vieja
y nada vale nada.

Yo tenía un rosal lleno de rosas
y un vaso de miel clara
pero pensé pensé pensé,
y no me queda nada.

Yo me hundía en los días hondos, cálidos,
en mi alma perfumada,
en las noches absurdas y serenas.
Hoy me hundo en la nada.

Yo era tanto, tan bien, tan plenamente,
tan armoniosamente modelada,
y me deshice en piezas sin sentido
y casi no soy nada.

Ya no soy yo ni nadie.
Estoy deshecha, muerta,
no soy nada.
Pensé pensé pensé
y hoy ya no queda
más que esta pobre cosa destrozada.

Idea Vilariño (1941)

jueves, 24 de enero de 2008

Me siento mal. Una espesa melancolía cubre cada poro de mi cuerpo, y la angustia que intenta escaparse por ellos queda apresada en mí. Quiero cosas imposibles, no sé manejarme, no reacciono, no entiendo, no me conformo, no me normalizo, no aprendo a vivir, no me resigno a morir. Todo me sale mal, nada es como desearía, todo está al revés, las cosas que me hacen feliz se desintegran a mi alrededor. Ya nada tiene sentido. Todo cambia y quiero que todo deje de cambiar ahora mismo.

(...)

Nube gris. Sin sol. Sin canciones. No sé qué hacer para sentirme bien.

Ya no - Idea Vilariño

Ya no será
ya no
no viviremos juntos
no criaré a tu hijo
no coseré tu ropa
no te tendré de noche
no te besaré al irme
nunca sabrás quién fui
por qué me amaron otros.
No llegaré a saber
por qué ni cómo nunca
ni si era de verdad
lo que dijiste que era
ni quién fuiste
ni qué fui para ti
ni cómo hubiera sido
vivir juntos
querernos
esperarnos
estar.
Ya no soy más que yo
para siempre y tú
ya
no serás para mí
más que tú. Ya no estás
en un día futuro
no sabré dónde vives
con quién
ni si te acuerdas.
No me abrazarás nunca
como esa noche
nunca.
No volveré a tocarte.
No te veré morir.

* ¿Cómo hice para vivir tantos años sin las palabras de esta mujer?

Dónde - Idea Vilariño

Atardecer en la Cacciola.

Dónde el sueño cumplido

y dónde el loco amor

que todos

o que algunos

siempre

tras la serena máscara

pedimos de rodillas.

Idea

No puedo parar de leerla.

De una entrevista realizada por Mario Benedetti y publicada en Marcha el 29 de octubre de 1971:

- Ya sé que a todos nos importan el amor y la muerte. Pero en su obra aparecen a veces como obsesiones ante una inclemente perspectiva, como condenas a cumplir. ¿Es realmente así?

- No, no es así. No son obsesiones sino certezas. Y ¿no será la actitud más lúcida, más sana, saber, tener presente que la vida, que el amor se acaban? Ver a los otros y a uno mismo caminando a la muerte, vivir el amor a término, tal vez hagan el amor y la vida más terribles y amargos pero, tal vez, también, más intensos, más hondos. Digo.

miércoles, 23 de enero de 2008

Sigo tomando nota.
Idea dice: "Tal vez la dicha no se escribe".
Estoy sensible y ya la amo.

No sé quien soy

Estoy mal. Estoy rara. Muy rara. Me oprime una angustia espantosa que sé de dónde viene y al mismo tiempo no sé. Y justo me pongo a leer los libros de Idea Vilariño que compré en Montevideo. Estaba tratando de explicar algo, en el momento exacto en el que Idea, con la más certera precisión, lo explicó por mí.

No sé quien soy.
Mi nombre
ya no me dice nada.
No sé qué estoy haciendo.
Nada tiene que ver ya más
con nada.
Tampoco yo
tengo que ver con nada.
Digo yo
por decirlo de algún modo.

Idea Vilariño.

Crónicas montevideanas 1

Sin códigos

Tigre no queda tan lejos cuando te llevan en auto. Poco importa que hayas tenido que levantarte a las 5 menos cuarto. Sabés que en unas horas vas a estar al otro lado del charco. La Cacciola se porta bien y no se agita frenéticamente, como las malas lenguas habían augurado. A poco de iniciar el viaje se vuelven cada vez más vagas las imágenes de Leito DiCaprio colgado de una puerta flotante del Titanic. Unos cuantos minutos antes de lo previsto, la embarcación arriba a la costa de Carmelo. El primer micro con destino a Montevideo está por partir y nosotros en la fila, cuando anuncian que hay dos lugares libres. A puro grito, corrida y agite de brazo nos subimos. Qué alegría, llegaremos unos minutos antes. ¡Qué buen servicio el de la Cacciola, conchisumadre! En mi mp3 comienza un tema de Eléctrico Caramelo y de pronto ¡plaf! el micro se detiene. No va más, la vida nos separa. El chofer llama a la Terminal, pero no tienen bondi para mandarle. Bajamos y armamos fila, porque el conductor jura y perjura que en Uruguay existen “códigos de ruta”, por los cuales cualquier micro de cualquier empresa va a ir levantando pasajeros, sacándonos de ese desierto de vacas y cemento en el que el calor abrasaba y las alucinaciones estaban a la orden del día. Pero parece que los choferes uruguayos a los códigos se los pasan por el culo, porque cada micro que paraba respondía con una negativa. Subieron a unos pocos hasta que finalmente cayó un micro de la empresa prácticamente vacío en el que nos sentamos (aunque durante el trayecto subía gente con pasaje que reclamaba su lugar, como le sucedió a Lucho). Trajín va, trajín viene, al menos Movistar no me dejó sola y disfruté de su amplísima señal de allí en adelante. Llegamos a la Terminal de Tres Cruces con media hora de retraso (¿Usted se pregunta si la Cacciola se hizo cargo de algo? No, por supuesto) y allí nos esperaba el uruguayo. Un taxi nos aprontó al Arapey, que por 20 dólares la noche resultó un oasis. Era domingo y todo estaba cerrado. Dimos una vueltita por la rambla, pusimos un pie en la playa y fuimos a comer unas pizzetas, aprendiendo que la pizza es pizza cancha y sólo trae queso la muzzarella. Ya más temprano nos habían presentado a Pilsen, un intenso amor de verano que, en mi caso, me llevaría a una sala de emergencias (pero esto será más adelante, manejo la expectativa como si se tratara de un folletín).
Y así fue más o menos el desembarco en la vecina orilla.


En la Cacciola se me vuela la peluca.

Varados.

Encuentro un stencil de un Noel que quiere ser Liam o un Liam que quiere ser Noel en un rincón de Pocitos (hacer caso omiso a mis lentes).

Y conozco la cinemateca de Pocitos, comenzando mi raid Rebella-Stollensiano.

La culpa es de uno - Mario Benedetti


Quizá fue una hecatombe de esperanzas
un derrumbe de algún modo previsto
ah pero mi tristeza sólo tuvo un sentido

todas mis intuiciones se asomaron
para verme sufrir
y por cierto me vieron

hasta aquí había hecho y rehecho
mis trayectos contigo
hasta aquí había apostado
a inventar la verdad
pero vos encontraste la manera
una manera tierna
y a la vez implacable
de desahuciar mi amor

con un solo pronóstico lo quitaste
de los suburbios de tu vida posible
lo envolviste en nostalgias
lo cargaste por cuadras y cuadras
y despacito
sin que el aire nocturno lo advirtiera
ahí nomás lo dejaste
a solas con su suerte
que no es mucha

creo que tenés razón
la culpa es de uno cuando no enamora
y no de los pretextos
ni del tiempo

hace mucho muchísimo
que yo no me enfrentaba
como anoche al espejo
y fue implacable como vos
mas no fue tierno

ahora estoy solo
francamente
solo

siempre cuesta un poquito
empezar a sentirse desgraciado

antes de regresar
a mis lóbregos cuarteles de invierno

con los ojos bien secos
por si acaso

miro como te vas adentrando en la niebla
y empiezo a recordarte.
* Foto: plaza montevideana, a poco del regreso, en una escapada solitaria, durante un permiso melancólico. Sentarse en las plazas y ver a parejas de viejitos. Pensar qué está mal en mí, qué estoy haciendo mal, dónde está el problema. La culpa es de uno cuando no enamora y no de los pretextos ni del tiempo, la culpa no es del otro ni de los otros. La culpa es de querer algo imposible, de hartarse de lo que a uno lo rodea. La culpa es de extrañar lo que no se tiene. La culpa es de la nostalgia de lo que no se tuvo. "Antiguas cicatrices de lo que no fuimos" (ay, Bare). La culpa es mía por no poder cambiar la mirada, por no entender cómo se cambia. La culpa es mía por no buscarte y encontrarte de cuando en cuando. La culpa es mía porque nunca sos posible o porque no sé cómo volverte posible.

viernes, 18 de enero de 2008

En Montevideo estoy...

...Y estos son los primeros 10 minutos que le dedico a Internet.

Y como no pienso dedicarle más me remito a decir que el viaje está plagado de anécdotas únicas.

Dos adelantos:

* un bar que resultó un puterío.

* la sala de emergencias de un hospital.

La seguimos a la vuelta...

... si vuelvo viva...

sábado, 12 de enero de 2008

Finalmente...

Tras los años de espera, en horas parto hacia Montevideo.
Mis amigas están muy emotivas. Sam con su post y Marianita diciéndome "ai no estas super emocionada? nerviosa? ansiosa? el viaje que tanto esperaste esta a horas!!!".
Las amo. Por soportarme. Y por entenderme.
Me llevo mi libro de bares de Montevideo.
Me va a dar una úlcera de las toneladas de café que se vienen.
Y no voy a poder cargar los libros que se vendrán.
Y demasiado sueño para seguir.

jueves, 10 de enero de 2008

Head over feet

Me gusta. Mucho. Hacía añares que no me gustaba alguien de esta manera.
Me hace feliz saber que todavía puedo sentir esto. Y saber que algo así existe.
Me derrumba saber que no puedo tenerlo.

martes, 8 de enero de 2008

Montevideano

Anteayer me llegó como un susurro apagado y lejano (la televisión estaba encendida en alguna otra habitación de la casa) que a un escritor le había pasado algo. O eso creí escuchar. Y entonces me atacó la certeza de que ahora que yo finalmente viajaba a Montevideo (15 años después) algo iba a pasarle a él.

Hoy cuando vuelvo a mi casa, no termino de cruzar la puerta y mi papá me avisa que está internado. Dije "lo sabía". No es nada grave, una deshidratación que le pasa a cualquiera, sobre todo e incluso a un hombre de su edad, que sobrevivió infinitas batallas.

Lo conocí a los 13, cuando compré Inventario. La anécdota del porqué es bien bizarra. El Chino (Jugate conmigo) leía, sentado en un asiento escolar el libraco bordó. Yo recién empezaba con la literatura "para adultos". Hacía muy poco tiempo mi mamá me había regalado 20 poemas de amor y una canción desesperada (que fue, de hecho, mi primer libro de adultos). Terminó el programa y fuimos a comprarlo. Me enamoré de todo. Me enamoré aún más de Corazón coraza y hoy no termino de darme cuenta porqué, como si perfilara algo. Poco a poco mi biblioteca fue llenándose de esas ediciones bordó de Seix Barral. La borra del café fue mi novela favorita durante años. Con Vero compartíamos infinidad de guiños referidos a él ("vinieron los de Galarza" o nuestra banda que iba a llamarse "las tres y diez"). Tras una larga cola lo conocimos en la feria del libro. A mí me temblaban las rodillas mientras extendía mis ya un tanto ajados libros para que los firmara. No pude hablar. Mi mamá le dijo que yo pensaba que era un genio (y es una pena que mi mamá no haya conocido a Tarrío). Él dijo que no lo era. Pero mi mamá fue categórica "para ella sí lo es". Y a eso no había con qué discutirle.

Mi mamá siempre me preparó para todos los finales que nunca sucedieron, para todas las despedidas que aún no viví. Me decía que él estaba grande, que podía pasarle algo. Esperábamos cada nuevo libro como si fuera el último. Salíamos corriendo a comprarlo.

El domingo finalmente voy a conocer Montevideo. Él está internado (dicen que nada grave, fuera de peligro - claro que tampoco me va a dar una entrevista en la sala de cuidados intensivos). Ella ya no está y va a ser raro, agridulce, trunco (como todo en la vida desde hace 5 años) bajar del barco.

Pero al fin y al cabo, qué digo. Él y ella van a estar conmigo cuando baje del barco. Como están conmigo cuando me cepillo los dientos o mientras escribo esto sentada frente a la pantalla.