martes, 8 de enero de 2008

Montevideano

Anteayer me llegó como un susurro apagado y lejano (la televisión estaba encendida en alguna otra habitación de la casa) que a un escritor le había pasado algo. O eso creí escuchar. Y entonces me atacó la certeza de que ahora que yo finalmente viajaba a Montevideo (15 años después) algo iba a pasarle a él.

Hoy cuando vuelvo a mi casa, no termino de cruzar la puerta y mi papá me avisa que está internado. Dije "lo sabía". No es nada grave, una deshidratación que le pasa a cualquiera, sobre todo e incluso a un hombre de su edad, que sobrevivió infinitas batallas.

Lo conocí a los 13, cuando compré Inventario. La anécdota del porqué es bien bizarra. El Chino (Jugate conmigo) leía, sentado en un asiento escolar el libraco bordó. Yo recién empezaba con la literatura "para adultos". Hacía muy poco tiempo mi mamá me había regalado 20 poemas de amor y una canción desesperada (que fue, de hecho, mi primer libro de adultos). Terminó el programa y fuimos a comprarlo. Me enamoré de todo. Me enamoré aún más de Corazón coraza y hoy no termino de darme cuenta porqué, como si perfilara algo. Poco a poco mi biblioteca fue llenándose de esas ediciones bordó de Seix Barral. La borra del café fue mi novela favorita durante años. Con Vero compartíamos infinidad de guiños referidos a él ("vinieron los de Galarza" o nuestra banda que iba a llamarse "las tres y diez"). Tras una larga cola lo conocimos en la feria del libro. A mí me temblaban las rodillas mientras extendía mis ya un tanto ajados libros para que los firmara. No pude hablar. Mi mamá le dijo que yo pensaba que era un genio (y es una pena que mi mamá no haya conocido a Tarrío). Él dijo que no lo era. Pero mi mamá fue categórica "para ella sí lo es". Y a eso no había con qué discutirle.

Mi mamá siempre me preparó para todos los finales que nunca sucedieron, para todas las despedidas que aún no viví. Me decía que él estaba grande, que podía pasarle algo. Esperábamos cada nuevo libro como si fuera el último. Salíamos corriendo a comprarlo.

El domingo finalmente voy a conocer Montevideo. Él está internado (dicen que nada grave, fuera de peligro - claro que tampoco me va a dar una entrevista en la sala de cuidados intensivos). Ella ya no está y va a ser raro, agridulce, trunco (como todo en la vida desde hace 5 años) bajar del barco.

Pero al fin y al cabo, qué digo. Él y ella van a estar conmigo cuando baje del barco. Como están conmigo cuando me cepillo los dientos o mientras escribo esto sentada frente a la pantalla.

No hay comentarios: