domingo, 8 de junio de 2008

Teatro: La asfixia

La asfixia (una vulgaridad que pretende ser naturalista)
De Andrés Binetti.
Dirección: Andres Binetti, Paula Andrea López
Actúan: Gisela Corsello, Meri Hernández, Luciana Meneses Portal, Luz Pescouvich, Alberto Santamaría, Matías Tímpani.
Funciones: Viernes 22:30 hs., en Templum, Ayacucho 318.
Teléfono: 4953-1513.
Entradas: $ 15 y $ 12.





Un dolor asfixiante


La habitación en la que tiene lugar la fiesta asfixia. Por eso, tal vez, los personajes se ausentan de ella cada tanto, en busca de un respiro. Pero vuelven a escena con los pulmones llenos del mismo aire viciado, sofocados por el vacío, la soledad, la angustia y lo tragicómicamente patético de las relaciones truncas. Imposible es para ellos escapar de aquello que los ahoga.
En La asfixia, Andrés Binetti y Paula Andrea López se alejan del espacio del campo, que supieron conquistar y hacer suyo en obras como Llanto de perro y La piojera, para meterse de lleno en la metrópolis posmoderna que, con otro vestuario, otros muebles y otros peinados, no hace más que repetir las problemáticas de tierra adentro: la tristeza y la ansiedad provocadas por unas relaciones que –no hay caso- no funcionan. Lo universal se actualiza en un nuevo ámbito: el asfalto le gana lugar al pasto y el fast food a la cantina, pero la esencia del dolor es la misma.
Esta vez, un grupo de amigos –y no tanto- se reúne en el living de una casa con motivo de una fiesta –que termina siendo muy poco festiva. Ahí cada uno, solo o en pareja –lo que parece ser una variante de la soledad, tal vez la más triste e irremediable-, dará a conocer sus pesares en monólogos que, a pesar de su dureza, se tiñen de comedia y logran arrancar más de una carcajada.
Porque la dramaturgia de Binetti consigue una vez más jugar con el absurdo, con el humor como herramienta para contar la más profunda miseria humana, como arma para que la identificación generada en el espectador resulte tolerable.
Aparece en escena una galería de personajes rotos pero en apariencia normales, que podrían haber salido tanto de un hospital psiquiátrico como del living de la casa de cualquiera de nosotros. Un pedófilo, un perdedor, una loca de remate, una virgen sexy y una empleada de una cadena de fast food siempre en busca de fiesta son sólo algunos de ellos.
Lo sexual funciona como pivote sobre el que gira la conversación que pone de manifiesto el peso que los asfixia. Triángulos, rectángulos, círculos viciosos que los unen y separan. La intimidad expuesta como un juego de mentiras –muchas veces aceptadas.
La obra avanzó mucho desde su presentación como work in progress en el Centro Cultural Ricardo Rojas en agosto del año pasado. Ahora se la ve más completa, más “redonda”, más orgánica, como si los personajes se hubieran encontrado a sí mismos y, en ese encontrarse, hubieran encontrado también el camino para llevar la obra a buen puerto.
Las actuaciones son sinceras y parejas. Cada quien juega su juego con certeza, convirtiéndose en una pieza que encaja a la perfección con las otras, logrando que la maquinaria funcione aceitadamente.
Como ya lo había hecho –y sigue haciendo- en Heise, Binetti aprovecha todas las posibilidades que le brinda la sala. Puertas y pasillos son incorporados en la escena, creando también un espacio off donde la acción sigue desarrollándose, fuera de la vista pero al alcance de los oídos del público.
La asfixia oprime el pecho, hace derramar lágrimas, produce carcajadas, hace perder la razón, confunde, cuestiona, explica, aclara. La asfixia es tan irremediable como necesaria. Y si, como sugiere el título, la asfixia es una vulgaridad que pretende ser naturalista, atrevámonos a ser vulgares. Y atrevámonos también a mirar nuestra vulgaridad reflejada en escena.


Anabella Castro Avelleyra



*Publicado en Crítica Teatral: http://criticateatral.com.ar/index.php?ver=ver_critica.php&ids=1&idn=1192

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