lunes, 8 de octubre de 2007

Teatro: Berenice (Lang dirige a Tort)


El domingo pasado (no este que recién pasó, en el que jugué al pictionary en casa de compañero de teatro, sino el anterior) estrenó obra el Alfonso, en el Payró. La vienen ensayando desde el año pasado, así que había expectativas puestas ahí.

A continuación, el comentario que pueden leer, junto al resto de los contenidos, en http://www.alrededoresweb.com.ar/.

Y recuerden que hay entrevista con el Anfonso ingresando a: http://www.alrededoresweb.com.ar/notas/tort.htm


Berenice
Dirección: Silvio Lang
Actúan: Ana Yovino, Pablo Finamore, Alfonso Tort, Pablo Casal, Martín Rodríguez, Ana Laura Giura.
Domingos a las 18 hs. Entradas $ 20 y 10.
En Teatro Payró, San Martín 766.
Teléfono: 4312-5922

¿El amor es más fuerte?

La abnegada renuncia al amor (triple renuncia, en este caso) es el eje de Berenice, tragedia de Jean Baptiste Racine, representada por primera vez en la Argentina bajo la dirección de Silvio Lang.
Para la tríada protagónica nada podría salir peor: Berenice (reina de Palestina) ama a Tito (emperador de Roma). Tito y Antíoco (rey de Comagena, amigo y confidente de la reina) aman a Berenice. Antíoco, sumido en un profundo sufrimiento, ve cómo Tito y Berenice están decididos a contraer matrimonio, algo que, de todos modos, Roma no permitirá.
Sobre el final, Berenice toma las riendas de la historia, renunciando al amor y exigiendo renuncia. Ella sigue amando a Tito, pero abandona Roma. Tito continúa amándola, pero permanece leal a su pueblo. Antíoco (víctima del amor más agridulce) deberá volcar su pasión en alguien más. El amor es más fuerte, tal vez, porque logra sobrevivir a todas estas renuncias.
Una escenografía despojada, un ambiente sombrío, una iluminación sutil y un vestuario en colores pastel, que contrasta con el fondo sin dejar de acompañarlo, conforman un marco en el que ya se presiente el signo de la tragedia. La música en vivo, a cargo de Nicolás Diab, termina de generar el clima dramático, melancólico y algo opresivo que se lee en el llanto de Berenice, en la angustia de Antíoco, en la disyuntiva de Tito.
Lang podría haber decidido realizar un drástico aggiornamiento de la pieza, pero en el respeto hacia el original hay una búsqueda no menos interesante que la que podría haber surgido de una relectura que situara a la obra en otro espacio, en otro tiempo, en otro lenguaje. “Si el presupuesto que sujeta a la escena teatral hegemónica actual es ‘matar al padre’ –sostiene Lang- el nuestro será ‘reconstruir al padre’. No se trata de dejar intacta la tradición del teatro clásico francés y limitarse a conservarlo sino de aprender a concebirlo y decirlo de nuevo. Un encuentro donde lo que fue sea para quienes hoy somos. Ser como los otros y como uno es, es dar con el sitio de encuentro de la comunidad humana”.
Los actores, contenidos en sus cuerpos, limitados a movimientos mínimos, sutiles, austeros, recatados, dejan fluir las profundas pasiones que los consuman a través del lenguaje. En la puesta casi todo pasa por la palabra, por el decir, por el diálogo que se establece entre el que habla y el que escucha, entre ambos y el público, entre la palabra y el sentimiento.
Berenice brinda la oportunidad de entrar en contacto con un clásico de la dramaturgia francesa, de reencontrarse con un teatro que poco a poco cae en desuso y de -¿por qué no?- plantearse una pregunta: ¿el amor puede ser tan fuerte como para renunciar a vivirlo?

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