![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjBuEJ8kjHVoqFg5A22pc4SEUbAHIQzOKWyds7h7WniGIPz-MISR6fht3wqMpzawjP-GphQ6bBUIs9YuvyYV7d6T1nyldrcVKPyoAwNFlmm6NJYht3RCDl4j4kFckmoJwJehUV_ZkkH1Wg/s320/aurora+borealis.bmp)
Anoche (muy de trasnoche) ví Aurora Borealis y me pasaron dos cosas:
1 (maravillosa): Me enamoré (un poco, muy tiernamente) del protagonista. O sea, tenía unos porotos a favor, ya que la peli la había comprado porque estaba Joshua Jackson (Pacey para los amigos); pero al margen de los ojitos, la naricita y los adorables cachetitos, lo que me mató fue el personaje. Ganas de cuidar un poco, como siempre.
2 (horrible): Lloré. Pero como una perra. No es que se me piantó un lagrimón, lloré con gemidos y ahogándome y ojos hinchados y un paquete de carilinas. Un asco. Ya no puedo mirar ni una película. Indefectiblemente, en algún momento, me largo a llorar. No me soporto. El viernes a la mañana me puse a llorar leyendo a Cortázar. Ni doy. Parezco una canilla con el cuerito roto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario