domingo, 16 de diciembre de 2007

Lecturas: Un placer fugaz, Truman Capote

Tras años de espera y de fantasear con encargarlo vía Amazon, se publicó en Argentina Too brief a treat, la correspondencia de Truman Capote, editada por su biógrafo Gerald Clarke (acá se llama Un placer fugaz).
Es interesantísima no sólo por la prosa genial de Capote (la cual mantiene incluso en los brevísimos textos escritos al dorso de una postal) y por los chimentos y dimes y diretes en torno a sus amigotes, sino como registro de la evolución e involución que se fue dando a lo largo de su vida, tanto en su carrera como en sus aspectos personales, así como también el proceso de escritura de A sangre fría.
Respecto a esto último, cambió bastante mi perspectiva (o tengo una perspectiva un poco más confusa, en todo caso) respecto a los sentimientos reales que tenía hacia Perry Smith. Sé que Truman era una personaje camaleónico, capaz de adaptar su discurso y todo su ser en función de cada una de las personas con las que interactuaba (todo un arte; y para apreciar esto el libro también es fantástico); pero hay algo en las cartas de la época que me hace revisar un poco la relación Capote-Smith.
Me encantaría discutirlo con alguien, así que si llegan a leerlo, avisan.

Sobre el último tramo del libro, Capote escribe unas cartas al hijo de Alvin Dewey, quien estaba interesado en convertirse en escritor, que contienen unos tips por demás iluminadores. Algunos fragmentos:

“No se puede enseñar a escribir. Sólo se puede aprender escribiendo, y leyendo. Leyendo buenos libros de artistas de verdad, hasta que entiendas por qué son buenos.”

“En cualquier caso, lo que me interesaba más era ver tu reacción a My Antonia. Dices que estabas demasiado absorbido por la lectura para ‘aprender’ algo de ella. Pero es que no se puede aprender nada de un libro, al menos artísticamente, si no es que te absorbe. No es un proceso consciente (raramente lo es). En verdad se aprende de lo que se disfruta. Si un libro o un cuento te aburre, entonces deberías dejarlo. Llegados a este punto, lo único que te pido es que intentes desarrollar un conocimiento instintivo sobre qué es buena prosa y qué es mala prosa. Sucederá solo, ya verás.”

“Tienes que habituarte a escribir, aunque sólo sea un párrafo al día. Intenta llevar un diario. Un buen ejercicio es describir, en una o dos páginas, alguna escena o persona tal y como la ves: cuando tenía tu edad solía hacer este ejercicio religiosamente. Te acaba fortaleciendo, es como practicar al piano. De momento no es necesario que intentes escribir un relato entero. Y en cualquier caso, escribe sobre lo que conoces.”

“Y debes aprender a reescribir las cosas. A pulirlas.”

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