domingo, 11 de noviembre de 2007

Lecturas: Diario de Andrés Fava, de Julio Cortázar (1° entrega)


Hace ya mucho que terminé de leer Diario de Andrés Fava, de Julio Cortázar. No sé exactamente cuánto, pero casi un mes, seguro. Quedó marcado por todos lados: márgenes, subrayados, asteriscos. O la idea de la muerte ronda el libro inextricablemente o yo estoy obsesionada con el tema a niveles alarmantes. Un viernes por la mañana lo estaba leyendo en un bar. Había tocado Bare la noche anterior, me había quedado a dormir en lo de una amiga. Ella entra al trabajo mucho antes que yo, así que allí estaba haciendo tiempo (el tiempo me hace a mí), leyendo. Y de repente, ¡zas!, en el libro muere un perro. Y me puse a llorar. En el bar. Porque mi casa, el cine, el teatro y el tren ya no me son lugares suficientes.

“Cuando no se es un intelectual, la inconsistencia y la pobreza de las ideas hace temer que todo lo escrito (salvo un poema, quizás un cuento) resulte inútil y ridículo. Ideas, es decir establecimiento de relaciones, cabezas de puente, puentes. Rodeado de libros, me inclino sobre una flor que dejaron en mi mesa. Su ciega pupila translúcida me mira; creo que si de verdad me mirara no me vería”.

“Si hubiera vivido bien, si hubiera muerto bien, si esto por donde me muevo fuera sólido y no la jalea autocompasiva que me encanta comer, entonces sí; entonces poner en palabras las cosas que quedaban por decir, las espumitas, los surplus de guerra”.

“La función incalculable de ciertos libros en una vida todavía porosa, atenta, expectante”.

“Ciertas caricias, la extremidad apenas material de un dedo rozando la nuca, donde vive la especie más dulce de cosquilla”.

“Es oscuro y no sé decirlo: sentir que mi vida y yo somos dos cosas, y que si fuera posible quitarse la vida como la chaqueta, colgarla por un rato de una silla, cabría saltar planos, escapar a la proyección uniforme y continua. Después ponérsela de nuevo o buscarse otra. Es tan aburrido que sólo tengamos una vida, o que la vida tenga una sola manera de suceder. Por más que se la llene de sucesos, se la embellezca con un destino bien proyectado y cumplido, el molde es uno: quince años, veinticinco, cuarenta – la galería. Llevamos la vida como los ojos, puesta de modo tal que nos conforma; los ojos ven el futuro del espacio, como la vida es siempre la delantera del tiempo.”

“… el hombre es la suma de su inventario.”

“… y una noche en que sufría, frente a un ventanal abierto, tuve la caricia de una mano que vino por la sombra, sin que me fuera dado quién de los que me acompañaban se unió tan puramente a mi dolor. Tuve – (cuánto mejor esta constancia que todos los pajeros: “No tuve…”)”.

“Más sobre el supuesto ‘sufrimiento’ del escritor. Si en verdad tienes que sufrir, que no sea por lo que escribes sino por cómo”.

“Lo que me convendría estudiar es si cuando creo haber encontrado el buen camino, lo que ocurre es que he perdido todos los demás”.

“La idiotez de decir: ‘Dispongo de poco tiempo’, cuando es el tiempo el que dispone poco o mucho de ti”.


“Nada vuelve como era”.

“¿Pero puedo ser bueno si me voy a morir? La certeza de la muerte, ¿no desmiente, no deshace toda moral? Ser bueno es siempre olvidarse de algo, creer que la fiesta va a durar”.

“Se dice: ‘Heifetz hace lo que quiere con su violín’. ¿No será el violín el que hace lo que quiere con Heifetz?”

“… (pero torpe significa siempre disponibilidad, kilómetro cero de innúmeros caminos; ser torpe es ser libre)…”

“… aplauso, gesto consistente en golpear las manos para ver si se atrapa en ella el no sé qué provocador del entusiasmo”.

“Terrible país de los sueños, donde la ley es un calidoscopio. Toda una noche me habita el rostro, el cuerpo, la ternura de alguien a quien quiero, a quien encuentro en la calle o tanto sitio de común aprecio. También retorna en el sueño siguiente; durante semanas gobierna mi dormir con la misma fría petulancia de su vida.
Luego cesa. He pensado tantas veces su imagen mientras andaba por la calle, al entrar a un café, frente a poemas que un día nos gustaron a ambos. Toco con estas manos una misma región diurna; nada cambia en esta celebración continua de un desaliento. Pero entonces, bruscamente, falta. Sueño una noche entera episodios prodigiosos donde su presencia sería necesaria, hasta forzosa. No está. Aun soñando me doy cuenta. Sé al despertar que por semanas no volveré a ver su imagen; el calidoscopio ha dado una pequeña vuelta, y otras leyes rigen este mundo en el que sólo persiste un elemento común: mi ojo que mira, que mira”.

“Me asombra advertir que mi mejor amigo me quiere en el fondo sin saber por qué; por lo irracional del cariño, y por los fragmentos personales que le confío”.

“Sólo duele verificar, en plena compañía, tanta isla insalvable”.

“Delante de algunas gentes hay que hacerse el idiota para que no lo tomen a uno por idiota”.

“Sólo una cosa es necesaria: todo”

“…cómo el convertirse en un escritor (doy a la palabra todo su sentido humano) es menos escribir ciertas cosas que resignarse y decidirse a no escribir muchas otras”.

*** CONTINUARÁ ***

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