martes, 1 de enero de 2008

Paréntesis 2007

Pausa

De vez en cuando hay que hacer
una pausa

contemplarse a sí mismo
sin la fruición cotidiana

examinar el pasado
rubro por rubro
etapa por etapa
baldosa por baldosa

y no llorarse las mentiras
sino cantarse las verdades.

Mario Benedetti.


Cambiaron tantas cosas este año que, por amplia que sea la pausa que haga, no podría terminar de sopesarlas. A primera vista tengo borrones en la primera parte del año. Si lo pienso mejor, creo que entre la despedida del 2006 y la llegada del 2007 estaba atosigada por la quarterlife crisis. Primero no sabía qué era. Esa sensación de estar perdida, de no saber qué hacer con la carrera (no con la carrera universitaria, porque esa ya estaba, sino que hacer con eso ahora, a nivel profesional). Supe de qué se trataba cuando, una vez más, como siempre, a Rory le pasó lo mismo en Gilmore Girls. Estaba tan obsesionada con el tema que incluso escribí una nota. Probablemente una de las peores que haya escrito en mi vida, muy por fuera de mis temas y mi estilo. La catástrofe inmortalizada aquí: http://alrededoresweb.com.ar/notas/quartelifecrisis.htm. En enero le hice la suplencia a Gonza y tuve menos tiempo de pensar en mi crisis hasta que se disolvió en el olvido. Poco recuerdo de febrero. (La agenda me ayuda a recordar que en febrero tuve un par de entrevistas de trabajo, volvió el teatro a Buenos Aires y yo a él y ví El árbol, que me dio tantas ganas de filmar que compré un cassette de video y aún allí lo tengo). En marzo me pregunté si ir o no al festi de Mardel y resolví que niet. También fue el inicio de las notas en Perfil y la alegría de recibir un rédito económico por el placer de la escritura. Qué bueno esto de agarrar la agenda. Me recuerda que el 9 ví Psicosis en pantalla grande, en el Malba, con Mariano que nunca la había visto; que el 16 medio que me alcoholicé por primera vez en la fiesta que se organizó por el triunfo del video en el que el Nahue hacía de Robbie Williams; y que el 21 arranqué con las clases de teatro. Que el 24, 25 y 26 fueron puro Walsh. Y que el 30 a las 19 acompañé a mi hermana a hacerse una tomografía. Ella llevaba las fotos de Felman que le había regalado en octubre, mientras estaba internada, y que desde entonces acompañaban cada movimiento. Yo ignoré la verdad de los resultados durante los tres meses siguientes. En medio de esa ignorancia, abril fue el bafici y más notas en Perfil que se interponían a mi avidez por ver películas (además seguíamos con Sudestada y Alrededores, of course). Abril también fue la maratón Foto Bonaudi. Más teatro y teatro y teatro. Teatro todo el año. Válvula de escape. En mayo entrevisté a Tarrío. Estuvo lejos de ser el único entrevistado del año, en una primera mitad de año en la que hice entrevistas a troche y moche, pero será el único rememorado, porque soy arbitraria y porque es el recuerdo más lindo. Hacia fines de mayo dejé de usar la agenda (más tarde o más temprano, todos los años termino haciendo lo mismo). Hacia fines de mayo me enfermé y me perdí La castidad. Hacia fines de mayo se pudrió todo. Hacia fines de mayo supe la verdad (todas las verdades). Hacia fines de mayo tuve consciencia de que mi vida, una vez más, nunca volvería a ser la misma. Hacia fines de mayo, también, Gonzalo me cedió su trabajo, y me convertí en una asalariada con (casi) horario de oficina. El jueves 7 de junio se emitió el último capítulo de Gilmore Girls y yo lloré porque sabía que una etapa de mi vida se cerraba. Lloré porque sabía que estaba perdiendo cosas, gentes, lugares, una vez más. Lloré porque sentí injusticia, impotencia, angustia, temor, miseria. Junio a Septiembre es un nubarrón en el que se entrecruzan hospitales, operaciones, terrores, llantos contenidos y llantos expiados, darse la cabeza contra la pared, hacerse bollito, rogar por no sentir nada más, por dejar de sentir en ese preciso instante, porque el dolor se anule, se vaya, no vuelva, porque alguien me explicara qué era lo que estaba pasando, porqué estaba pasando, porqué así, qué estábamos haciendo, adónde estábamos yendo. Y perdí un poco la brújula, lo que supongo que en aquel entonces fue algo bueno. Conocí gente nueva, y me aferré a ella. Retrospectivamente no sabría explicar si fue bueno o malo, en aquel entonces resultaba indispensable. Y tuve conmigo a una personita vieja sin la cual seguir en pie (o arrodillada o lo que sea) hubiera sido imposible, a la que le predije todo lo que supe desde un principio y no podía contar a nadie más, y que estuvo siempre, sin importar fecha, hora o lugar. Me fui rompiendo de a poco. Resquebrajando. Dejando pedazos dispersos por todos lados, de eso que alguna vez fui. Una vez más veía cómo parte de mi vida se me escapaba como arena entre las manos y yo no podía sostenerla, retenerla, quedármela. Casi se terminaba agosto cuando un llamado de madrugada me informaba que, sin importar cuánto hubiera luchado y cerrado los puños en un intento ciego por sostenerlo, el último grano se había escapado. Me perdí, y no sé si todavía me encuentro. Me vulnerabilicé. Me golpeé. Me caí. Volví a levantarme. Quise hacer todo de golpe, no perder un instante. Me aferré a lo que estaba, lo que me hacía bien, lo que me volvía fuerte, lo que me daba felicidad. Dejé de pensar un poco. Hubo una noche en la que todo salió al revés y en un abrir y cerrar de ojos se dieron vuelta las fichas y cambiaron todas las jugadas. Creí que era una catástrofe. Aprendí que siempre todo va a salir justo como no lo planeaste y entonces es cuando de verdad se vive y se aprende y se crece. Decidí festejar mi cumpleaños y la pasé bomba (debería poner algunas fotos acá, en este diario de jornada). Empecé terapia porque no aguantaba más, y me di cuenta que la terapia no era para mí. El resto ya está registrado en este espacio. La imposibilidad de alcanzar la intimidad que requiere un diario íntimo y el nacimiento de esto, que me hace mejor que la terapia. Los martes en el Rojas, que me ayudaron más que la psicóloga. Los amigos más viejos y más nuevos. Las ambivalencias. Las dudas. Descubrir de repente, casi sin querer y tarde, tan tarde, que soy una mujer, y que atrás de eso se esconde un poder impresionante. Y que es un poco divertido. Y que no soy todo lo que alguna vez creí o creyeron o me hicieron creer que era, sino esto que soy. Esto que está acá. Una persona terriblemente lastimada pero que se esfuerza por lamerse las heridas. Que está dispuesta a golpearse. Pero que sabe que tiene que vivir. Como sea. Y eso me lo enseñó ella.

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